Puedo ir a sembrar canelos
a la orilla del mar
alunecerte en mis piernas
como un mensajero de Dios,
arregazarte en mis brazos
como una estrella fugaz.
Después de esa sonrisa
pasarían dieciséis años
como manzanas
cayendo del cielo,
como cangrejos ahogándose
en el cieno
y las voces resbalarían
en mil gargantas
asustando a dos avecillas
que reflejaban su cortejo
en el espejo
de un volcán.
Dos vidas como palomas de viento,
como dos páginas de un libro abierto
como dos media lunas en alborada
en el sonriente sortilegio
de una creciente mirada.
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viernes, 27 de agosto de 2010
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