Y YO ACÁ Y TÚ ALLÁ CON TU VOZ DE CALANDRIA Y TERCIOPELO
Acá, Temuco, Chile, 7º C aproximadamente, frío, pero de veras frío; allá, mi patria, cálida, pero cálida en toda la extensión de su mirada. Acá, acercándome más a la Araucanía, al País Mapuche (y todo acercamiento produce afecto), empezando a querer esta tierra, este clima, esta gente, a platicar con ella, a conversar con su naturaleza manejando el lenguaje universal de los sentidos y las sensaciones; y desde acá, extrañando mi tierra, muy de lejitos, más lejos que cuando me encuentro en Chapingo, intentando verla, escucharla, palparla, sentir en mis oídos su aterciopelada voz de calandria y cenzontle, atrapar los murmullos de su piel de maíz y trigo. Acá lluvia, mucha lluvia, de todos los tonos y de todos los montes, a todas horas, ¡órale!, yo con mi paraguas, la mayoría de la gente sin ella, porque la lluvia es fina, muy fina, que unas veces viene de Norte a Sur, otras de Este a Oeste, no es todavía el chorreante aguacero de Texcoco, es una llovizna tenaz pero no impertinente. En fin, y allá, sol, mucho sol, muchas risas, más allá que acá. ¿Eh...?, un cortejo con unas 50 personas, sólo la esposa llora, poco drama, es un sepelio gris y como en muchos sepelios empieza a llover. Entran a la iglesia, me desentiendo un poco/mucho del cortejo. Mero enfrente de donde vivo está la iglesia. Sigo escribiendo. Me empiezo a acostumbrar. Buen trato el de los chilenos. Ayer tomé posesión de mi cubículo en la Universidad de la Frontera, la UFRO. En la noche me invitaron a un bar, Guillermo Williamson, gentísima persona, y Jaime, el rector del Centro de Capacitación y Formación de la UFRO. Charadas, risas, buen rato: vinos, el Chavo del 8, ¡chale!, México, ¡aaah!, Los Charros de Lumaco ¡órale!, Brasil, José Alfredo, Lara, Lucho Gatica, Julieta Venegas, ¡ah caray!, futbol (el Chupete Suazo, Marcelo Salas, Zamorano, Quintano), y tantas cosas. A toda madre. Me siento un privilegiado. Soy un privilegiado.
Y mi Patria, allá, tan llena de sí, tan llena de mundo, tan llena de México, recogiendo, tejocotes y capulines; duraznos, fresas y frambuesas de los campos salpimentados de coches y alucines, y yo, tan acá que es más allá de Centroamérica ydeColombiayVenezuelayPerúyBolivia juntos, y más allá de Santiago de Chile, hasta acá en el País de los Mapuches que casi es lo mismo que la Araucanía pero que no es lo mismo, porque tampoco es lo mismo que Chile, pero que también es Chile, ¡que enredado!, porque los mapuches radicales reivindican esta tierra como "La gente de la tierra", porque eso quiere decir Mapuche (Mapu: tierra y Che: gente), y la reclaman para ellos, porque de ellos siempre fue. Lo fue desde antes de la llegada de los españoles, lo fue durante el período de la Conquista, lo fue durante la época de la colonización, lo fue antes que se formara la nación chilena y la argentina, lo fue durante 300 años en que resistieron a los conquistadores y nunca jamás ellos pudieron atravesar la Frontera del país mapuche para ocuparla y no fue hasta que el Estado chileno (y el argentino), a mediados del siglo XIX, con su ejército comenzó las expediciones punitivas a la región donde los sueños se anticipan a la realidad, porque en verdad los sueños son la palabra de los antepasados que se transmite por las noches, cuando el mapuche duerme, y entonces, decía yo, no fue hasta que esos ejércitos entraron sembrando dolor, tragedia y lágrimas para consumar en 1881 el despojo de sus tierras en un proceso “civilizatorio” destructivo, cruento y sanguinario. Y tú allá y yo acá... extrañándote con todos tus llanos, tus calores, tus indios, tus lenguas y tu música por más que aquí se escuche un madral de canciones mexicanas, y haya charros y mariachis, pero no tus nopales y magueyes, ni tu chile ¡vaya!, y sin albur, en este país que es todo Chile, sorprende que no haya chile, ni tus tortillas ni pan de dulce, ni tus tamales y tus tlacoyos, tampoco tus muertos, ni tu pobreza ni tus cuetes ni tus iglesias ni tus fiestas… Porque estoy en Temuco, al que ya empiezo a querer, porque como dije antes: todo acercamiento produce afecto… y como que siento que ya lo quiero, deveritas.
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