Temuco es una hojita de viento
que a lo lejos oxigena mis pulmones
no importa que en Tigre
me sobre el ábrego
y me mire bailando un tango
en el fantástico teclado
Caminito a Buenos Aires
que respiré día con día.
Hoy inicio el retorno
con una bella ciudad a cuestas
con las Corrientes
de Borges y de Cortázar
y con el paladar lleno de Boca
que me lengüetea dos Belgranos
los ojos de probar
libros y librerías
jinetitos de piedra
y un lugar, La Recoleta,
donde se agolpan la sintaxis
de las formas, la plástica
y las sorpresas
donde un día también
estuvo en cartelera
un nativo texcocano.
Regreso a Temuco
con las palabras sabias
de mi hermano Gregorio
quien me ha recordado
que la Miseria es un blues
y la milonga el tiempo que fluye.
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viernes, 17 de septiembre de 2010
DEL NIDAL DONDE AMBULAN LOS LECTORES AL BARRIO DONDE LA BOCA LE RAJA UN MONUMENTO AL TANGO (Parte 1)
El Ateneo, Buenos Aires, Argentina. Ayer 14 de septiembre, más bien anteayer, pues ahora termino esta crónica, a obscuras, en el autobús que me lleva de Santiago a Temuco a las seis y media de la mañana, visité la librería del Ateneo, en el corazón de Buenos Aires (Santa Fe número 1840). Siempre pensé que era un biblioteca desde que alguien me envió su descripción en un pauerpoint. Había caminado 15 cuadras pletóricas de negocios en la planta baja de edificios elegantes, desde la Plaza Italia hasta ese centro donde el libro es el soberano absoluto. Gravitan las letras, las ciencias, la cultura. Hermoso aposento, cuatro pisos que rebozan arquitectura. No sé que estilo si rococó clásico neoclásico artnovó renacentista barroco o lo que ustedes quieran saber o espetar pero muy agradable a los sentidos sobre todo al de la vista. Subí bajé tomé fotos sin flash para evitar la molestia de ser interrumpido, creo que logré el anonimato para los empleados de ese laberinto de anaqueles volúmenes discos y muchísimos lectores, inclusive pedí a un ñor muy cordial me fotografiara, claro que sí con gusto y clic, otro clic, dos fotos, gracias. Gasté un poco más de una hora ojeando sobre todo libros de poesía. Como las poltronas de lectura ya estaban ocupadas y no tenía tiempo para tomarme un café me encaramé a una escalerita desas en A que usan pacomodar los libros y ahí me concentré leyendo poesía hasta que me di tinta que tenía el pendiente de ir al barrio de La Boca. Pregunto a la tecolota policía paca guardia o vigilante (ahora me oí como Adela Micha jajaja) de la entrada, me dice que el bus tal y tal me lleva, voy y busco el bus tal y tal y me informa un tipo que el tal y tal no es que es el 149. Llega el 149 y pregunto si me lleva a la Boca, me dice el muy hijo de la chingada que sí, 1.25 cuesta el pasaje, pongo mis monedas en la alcancía donde sale el vuelto y una tirita que es el boleto. Me interna por muchas calles de edificios altos altos, de 10, 15, 20 pisos, mientras voy mirando el mapa y va coincidiendo el rumbo con mi cartógrafo documento que me regalaron en la agencia de viajes de Temuco, pasamos por la calle México y la siguiente, Chile, y me da gusto, unas cuadras más adelante vendrá la de Estados Unidos, guácala. Circulamos por la calle Santiago del Estero, pum, hasta que se acaba el mapa y ya no dependo más que del arbitrio voluntad y conducción del pinche chofer, y más y más vueltas, y esto ya se me hizo eterno, hasta que sólo quedamos dos pasajeros, y de pronto el camión se mete a un corralón donde hay muchos camiones que aquí les llaman colectivos. Lo que ya olía mal unas manzanas antes aquí de plano se pudrió, pues para nada se parecía a La Boca o por lo menos lo que el mapa anunciaba como tal. El hijo de su pinche madre me da una explicación como de que el no tuvo la culpa, no hay tutía, ya ni coraje hice me bajé y me fui a lo lírico a la ribera de un río bastante sucio donde venía un barco chancho chancho, chale ya me parezco a los mapuche en eso de duplicar los nombres. Pues ni modo, me informan que La Boca queda como a dos kms., no me arredro y sigo la costera donde sólo circulan de un lado barcos y del otro unos camiones y trailerzototes, solitaria la calle de mortales a pata. De pronto veo a un motociclista que arregla su burra y le pregunto y me responde y le enseño el mapa y se muestra interesado pues en todo caso ambos estamos en relativa desgracia y me indica aí donde está un mástil ahí a la derecha está El Caminito y me suelta un chisguetazo de explicaciones que apenas entiendo al final me dice mire orita lo llevo bueno no sé si me dijo orita porque el orita es exclusivo de los mexicanos y estoy en Argentina donde usan otras formas, total que entendí que enseguida me llevaba, pero dudante agrega bueno vayase, acentuando la segunda a, bordeando la costanera y yo lo alcanzo. Mientras me saque un autorretrato con vista al riachuelo navegable. Chc chc chc chc chc chc chc chc, era la moto del compa que venía pujando por no pararse, me hizo la seña acostumbrada con la cabeza y yo saltando de gusto a pesar de mis pies bastante castigados con barruntos de ampollas de tanto recorrer las arboladas calles de Buenos Aires, Por Dios que nunca me había subido a una locomotora de éstas, chc chc chc chc chc y ésta no tenía pinta de ser una Harley Davison. chc chc chc chc chc chc parece que se cansa jadea relincha recula recorcovea pero el talento de Efrén o Hernán quiensabequé así me dijo que se llamaba logra controlar a su toro brioso y yo ahí como Julián (no le hagan caso al albur), digo como San Ignacio con mucho miedo y media nalga en el espacio, hago maravillas para no quedar embarrado en el pavimento chc chc chc chc chc, me siento como jinete de cebú en jaripeo y como que se ahoga la vetusta motocicleta mientras el jitanjáforo amigo me confiesa que ya no llegará al laburo, esto es al trabajo, yo arreglo los barcos me presume, ah, eres mecánico, sí, pero hoy no iré a trabajar, namás voy avisar, a pasar lista, le digo, sí, me dice, se me rompió el acelerador, al tiempo en que me muestra el chicote, y para acelerar lo va jalando con la mano derecha, de ahí la sofocación de la moto, y chc chc chc chc chc, vos sos colombiano, no le digo, soy mexicano, casi gritándole a sus orejas que a mi me quedan muy cerca, qué, nos parecemos, le digo, por ai va la cosa, vos trabajás aquí, no, vine a ver un amigo, ah, cuándo se va, el martes no el miércoles en la mañana, ah, si tuviera más tiempo yo lo llevaría a muchos lados, mire ai está el mástil, allá ¿ve?, ai está el estadio del Boca, ahí tengo un departamento donde vive mi hermana y una sobrina, aí vos podés quedarte, hay muchas cosas que ver en Boca, chc chc chc chc chc lástima que no os quedéis más tiempo (bueno esto último no sé si así me lo dijo porque en seis días es difícil aprender hablar el argentino), chc chc chc chc chc, pues aí tenés al Caminito, fueron como tres kilómetros que me ahorró el pibe que me llevó al famoso barrio de La Boca, el maradónico lugar, donde el Boca Juniors tiene su mata de hinchas y seguidores. Barrio bravo, Futbolero. Se nota, se siente, se advierte. Me despido de mi ocasional amigo sin saber que decirle, le tomo o no le tomo una foto, pero el tiempo me come pues tengo que terminar la entrevista con Gregorio y no he comido aún y está bien pinche lejos donde vive, total, ni uno ni otro se animó a pedir la dirección o el correo porque a lo mejor comprendimos el uno y el otro que jamás nos volveremos a ver y nos despedimos bien pinche amistosamente y él se aleja con su chc chc chc chc chc a cuestas y yo jactándome de mi fortuna que pocas veces me abandona, como diría mi padre, que pinche suertudo…
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MARADONA, FUERA MACRI Y UN BOQUENSE EN LA MILONGA DE SU PROPIA MISERIA (Parte 2)
Y ya en pleno Caminito me detengo a prudente distancia para eludir a los enganchadores de turistas que ofrecen fotos con bailadores de tango, con bellas mujeres que enseñan más allá de lo que la suripanta moral permite ver, un pocote más arriba de los muslos, y unos gardelitos que remiten al Rey del Tango aunque todos ellos juntos no hacen un Gardel, y más allá restoranes con sendos shows de tango que la mera neta si llaman la atención, una de las fondas gauchescas tiene música en vivo y es seductora la música, 20 mts allá una pareja invita a bailar tango a hombres y a mujeres, claro es parte del consumo. Mientras yo filmo y filmo, saco fotos y me ofrecen el yantar de cada día que, al igual que en Chile, acá también le llaman almorzar. Recorrido rápido, intercambio toma de fotografías con unos catalanes, yo fotografío a ellos y ellos a mí y todos contentos. Esto lo repetí dos cuadras más allá donde me sale lo futbolero pues voy al legendario estadio del Boca Juniors. Tres chavos y chavas se fotografían y la misma fórmula y otra foto junto al estadio. A mitad de cancha le pido a un transeúnte (hay ojón que elegante) que cliquée la cámara y todo el mundo le da gusto hacer ese tipo de favores, como que se sienten importantes al igual que yo, satisfechos, y de pronto veo al Diego plasmado en una barda, apresto el ojo fotográfico y viene un señor que carga su desconsuelo en el leviatán de su desdicha, se atraviesa y sale una foto chingona que es la que adorna este texto, además un cartel del Macri el alcalde bonaerense, de derecha, presidente del Boca Juniors y un hijo de la chingada que no sé porqué me recuerda al Javier Vergara el presidente del Chivas, buena la foto acaso artística o periodística al menos. Me interno a los intríngulis del barrio fuera del getho turístico alambrado por los hilos invisibles de los billetes verdes y cámaras fotográficas, registro pintas interesantes, se nota el contraste del Buenos Aires céntrico con el Buenos Aires véntrico tétrico tántrico excéntrico, pobre popular y pintoresco, y camino y pregunto a un paco argentino dónde tomo los camiones que van a Plaza Italia, lugar donde transbordo al 60 de Tigre y le inquiero además por un restaurante donde coman los boquenses y me informa que en la avenida, cinco cuadras en la dirección que voy, y llego a la avenida y encuentro un lugar que anuncia, choripan, patys, chubascos, digo churrascos y alguna otra cosa que no registro. Churrasco pido. Dos cábulas argentinos que almuerzan en el típico lugar de esos que no hay en Temuco me preguntan de volón pin pon que de donde soy y por segunda vez no atinan, colombiano, aventuran, no, mexicano ahí me doy cuenta que hay más colombianos que mexicanos en Argentina y luego luego preguntan que como llamamos al dulce de leche, no agarro el carrete, y dicen de qué se hace la cajeta, les digo de leche de cabra, y ya entonces la agarro al vuelo, y es que los malandrines argentos, buenos para el caletre, le dicen cajeta al sexo de las mujeres, y las risotadas al estilo mexicano se suceden, y vienen los juegos de palabras y yo les contesto y un breve intercambio de significados se hilan en el lacónico fragor de un encuentro intercultural de barbajanes de la lengua hasta que bien se fueron, en esto interviene el taquero digo el choricero no de Toluca sino el boquerino, que es un tipo flaco flaco güero güero, de ojos azules que, como le digo que quiero la carne sin sal y sin nada, que le quite el migajón al pan (¿qué, miga qué?, miga le dice uno de los galloferos ches), y rechazo la coca que me ofrece y le pido un agua mineral, me pregunta que si soy lloki o sea jinete de caballos de carrera, le digo que no y entonces me pone en el mostradorcito una foto vieja de cuando él era lloki. Y ya ven que todo el mundo busca su público y por lo pronto el zurumbático cabrón ya encontró justificación orejas y un pendejo para contar su historia que se sucede en tres minutos, antes de volver hablar de la cajeta cuando los tunantes bocazas boquenses boquerinis viperinos ya habían ahuecado el ala, y yo le cuento como le decimos a eso mesmo en México y sale a relucir la papaya y el guayabo y otras sandeces de la mesma estirpe y el belitre me dice que ya sabe como le va a decir a su mujer llegando en la noche, y que aquí no pongo para no molestar los castos oidos de la nena sociedad como bien diría mi hermano Juanito Guanabacoa alias El Sabroso, de todos modos simpático el recabrón lloki. Un poco duro el churrasco que es un bistec un poco más grueso que el hambre lo pone sabroso, pero mis tripas no tienen llenadera y solicítole al avillanado fiambrero que me cocine un choriqueso, perdón un choripán, que pinche nombrecito que parece albur, mientras voy a una tienda de coreanos que no me quieren dar el vuelto en monedas porque éstas están escasas en todo Buenos Aires que gardelea por todos sus poros, y es que como los colectivos o camiones de pasajeros todos tienen puestas esas maquinitas que sólo admite monedas y pues eso para algunos gandules que acaparan morralla las revenden en las paradas de los camiones, para que los parroquianos puedan pagar su pasaje. Por fin me como mi choripán y tomo mi camión 152 que me lleva a la Plaza Italia enclavado en el barrio que es templo o catedral mundial de los sicoanalistas que en los años 70 y 80 tuvieron su apogeo en eso de tratar remisos, neuróticos, histéricos, hipocondriacos, deprimidos y locochones…
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