Lo que palpo en la resonancia
de las cosas invisibles,
no es el viento que baja
de las venas indias de la araucaria,
o el murmullo de los sueños que palpitan
en el corazón de los mapuche,
es la interpretación de un mundo
que descubro apenas
de tanto no verte,
de tanto no oír tu voz
de tanto no abrir la flor de tus pechos
en el relicario de mi pecho
de tanta ausencia de ti
de mi canto anegado de huesos y congojas,
porque casi pierdo el sabor de tu mirada
porque me gana la imagen de indio pobre
mexicano o araucano
que quema su nieve en el cráter
del olvido, o en el nomeolvides del Llaima,
del Lonquimay o el Popocatépetl,
nada importa,
a perpetuidad, sólo el dulce
ir y venir de tus caderas
sobre la desnuda lengua
de mi piel en agonía.
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sábado, 8 de mayo de 2010
jueves, 6 de mayo de 2010
¿CÓMO QUE NO SENTISTE EL TEMBLOR? ((II parte de una crónica inconclusa))
Pero me desvié un tantito, ya ustedes se dieron cuenta de esa pequeña digresión del tamaño del miriñaque o crinolina de la emperatriz Carlota, me quedé en que estaba sacando mi carnet de identidad en el registro civil de Temuco. Es el turno 10 y son las 12 del día. Una viejita como de 75 años se sienta junto a mí. Transcurren 15 minutos y sólo avanzan dos números en el contador electrónico, pero como escribo no me aflige mucho la espera, aun cuando quedé de ver a Guillermo a la una de la tarde, y como dice los escritores de novelas policíacas, “el reloj avanza inexorablemente”, en eso una ñora nos interpela: “quién llegó primero”, le digo que yo tengo el turno 46, ah, yo atiendo a las personas de la tercera edad (¡madres!, ¡saz!, ¡chale!, ¡no chingue ñora!), estuve a punto de protestar, pero me quedé callado, venga conmigo, me dice, la sigo y empieza el papeleo. Preguntas, tas, tas, /de México?, sí de México vengo, tas, tas, /tiempo viene, tac, tac, hasta septiembre, le cuento, escribe en la computadora, pasan varios tac, tac, más tas tas, veo la hora 12:30, a ver venga pacá, otra vez foto, otra vez, media sonrisa, otra vez guapo, otra vez fichado, ora venga pacá, la sigo, me hace tocar el piano, el rodillo de tinta pasa una y otra vez por todos los dedos de mis manos, tas tas y más tas tas y listo, me da un documento, el cinco de mayo viene por su carné de identidad. ¡Puuuta, avancé, como 30 lugares, vale la pena tener el pelo blanco!, me aguanté la deshonra de aparecer como un venerable anciano pero, mínimo, me ahorré como dos horas de restregar las nalgas en una butaca incómoda, je, las canas tienen sus ventajas, ja, ja.
Hoy tembló exactamente a las 6:03 de la mañana en Concepción, 6.2º escala de Richter, en Temuco sólo 4 y tantos grados. “¿Cómo que no sentiste el temblor?”, me espetó por la mañana Guillermo cuando me habló por teléfono, no no lo sentí, pero si se movieron las camas de un lado a otro, no, la verdad no, le digo, dormí como un bendito huevón, dirían los temuquenses acertadamente. Todo el mundo lo comentaba, pero yo de veras, me cae de madre que no lo sentí.
Anoche fuimos al Premium, un bar de caché, con Carolina, del equipo de Guillermo, tome un pisco, más dulce que un mojito cubano. En ese lugar, cuenta Williamson, se decidía la suerte política de la localidad en el tiempo, no tan lejano, de la Concertación. “No Pisco ya no quiero, porque si no mi ‘diabólica’ se pone muy contenta”, me sirven un vinito, aaah, qué diferencia.
Pero siguiendo con el relato, como salí del Registro Civil una hora o dos horas antes me fui caminando a la UFRO, me esperaba Guillermo, quien me pidió de favor le tomara unas fotos para enviarlas quiensabedónde. Clic, clic, tastastas, clic, clic,clic, tastastas. Listo. Fotos de estudio, je, je, en su oficina/museo/bodega/salón de usos múltiples, etc. Fuimos de boleto a su casa a comer porque ya nos esperaban un grupo de maestros mapuche en el centro de Temuco. Me presenta con ellos, me reciben de buen modo. Sigue la plática/discusión. Dos horas y me voy. Quedé de ir con Alba a una fiestecita mapuche a las seis y media p.m. Tomo un taxi como en si estuviera en Nueva York, así se ve en las películas. Taxi, taxi y el taxi en saliendo uno del hotel inmediatamente se para. Bueno en realidad no fue así, pregunté a un transuente, digo transeúnte, luego a otro y a otro y de pronto ya estoy encaramado en un colectivo No. 25 (también el 24 y el 15 lo lleva a la UFRO, me dice el chofer), y es que tengo que ir al cubículo porque ahí tengo “Trigales” y “Tras las huellas de la Loba”. Cuando estoy a punto de bajar me Alba habla, digo, me habla Alba (es la primera vez que me sale un palindroma, je) para preguntarme si llevo el ordenador (nótese que elegante), sí, lo puedes llevar para ver las películas, porque para eso iba yo a la fiesta, había quedado yo en presentarles mis filmes. Lamenté que me pidiera eso Alba, pero ella no sabía que todo el puto día me la pasé cargando la computadora y ya me cansaba un poquito el hombro, además tenía que pasar todavía por mi cámara. Bueno ni pe...pe. Aproveché para decirle que mejor nos viéramos a las 7 porque ya casi eran las seis y no llegaría a tiempo. Tas tas voy por las películas. Tas tas corriendo paso por mi cámara de video. Tas tas taxi, Puerto Montt y Pratt, ahí me bajo. Ando como ropa interior de meretriz, parriba y pabajo. Llego a la esquina que domina. Cinco minutos espero mientras dos artistas callejeros hacen Chow. Es un saxofonista que toca excelentemente bien “Take Five” de Dave Brubeck. Su compañero con un cd en la mano ofrece al público en general su música grabada. Yo me animo, filmo no filmo, sale pues, filmo. Y filmé por cinco minutos. Gente que transita, noche, calle, banqueta, tienda elegante, mirones, etc. y todo lo que se ve en una esquina concurrida. No están solos, los ven, compran un disco, otros dejan un varo en una franelita que tiene en el piso. Buena onda. Me gustaron las tomas. En eso viene Alba. Beso. Todas las chilenas apenas te presentan y no te saludan de mano, te besan. Son muy besuconas. Incluso las mapuche... Tomamos un taxi y buscamos el domicilio. Está por las orillas de Temuco… (Continuará…).
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Hoy tembló exactamente a las 6:03 de la mañana en Concepción, 6.2º escala de Richter, en Temuco sólo 4 y tantos grados. “¿Cómo que no sentiste el temblor?”, me espetó por la mañana Guillermo cuando me habló por teléfono, no no lo sentí, pero si se movieron las camas de un lado a otro, no, la verdad no, le digo, dormí como un bendito huevón, dirían los temuquenses acertadamente. Todo el mundo lo comentaba, pero yo de veras, me cae de madre que no lo sentí.
Anoche fuimos al Premium, un bar de caché, con Carolina, del equipo de Guillermo, tome un pisco, más dulce que un mojito cubano. En ese lugar, cuenta Williamson, se decidía la suerte política de la localidad en el tiempo, no tan lejano, de la Concertación. “No Pisco ya no quiero, porque si no mi ‘diabólica’ se pone muy contenta”, me sirven un vinito, aaah, qué diferencia.
Pero siguiendo con el relato, como salí del Registro Civil una hora o dos horas antes me fui caminando a la UFRO, me esperaba Guillermo, quien me pidió de favor le tomara unas fotos para enviarlas quiensabedónde. Clic, clic, tastastas, clic, clic,clic, tastastas. Listo. Fotos de estudio, je, je, en su oficina/museo/bodega/salón de usos múltiples, etc. Fuimos de boleto a su casa a comer porque ya nos esperaban un grupo de maestros mapuche en el centro de Temuco. Me presenta con ellos, me reciben de buen modo. Sigue la plática/discusión. Dos horas y me voy. Quedé de ir con Alba a una fiestecita mapuche a las seis y media p.m. Tomo un taxi como en si estuviera en Nueva York, así se ve en las películas. Taxi, taxi y el taxi en saliendo uno del hotel inmediatamente se para. Bueno en realidad no fue así, pregunté a un transuente, digo transeúnte, luego a otro y a otro y de pronto ya estoy encaramado en un colectivo No. 25 (también el 24 y el 15 lo lleva a la UFRO, me dice el chofer), y es que tengo que ir al cubículo porque ahí tengo “Trigales” y “Tras las huellas de la Loba”. Cuando estoy a punto de bajar me Alba habla, digo, me habla Alba (es la primera vez que me sale un palindroma, je) para preguntarme si llevo el ordenador (nótese que elegante), sí, lo puedes llevar para ver las películas, porque para eso iba yo a la fiesta, había quedado yo en presentarles mis filmes. Lamenté que me pidiera eso Alba, pero ella no sabía que todo el puto día me la pasé cargando la computadora y ya me cansaba un poquito el hombro, además tenía que pasar todavía por mi cámara. Bueno ni pe...pe. Aproveché para decirle que mejor nos viéramos a las 7 porque ya casi eran las seis y no llegaría a tiempo. Tas tas voy por las películas. Tas tas corriendo paso por mi cámara de video. Tas tas taxi, Puerto Montt y Pratt, ahí me bajo. Ando como ropa interior de meretriz, parriba y pabajo. Llego a la esquina que domina. Cinco minutos espero mientras dos artistas callejeros hacen Chow. Es un saxofonista que toca excelentemente bien “Take Five” de Dave Brubeck. Su compañero con un cd en la mano ofrece al público en general su música grabada. Yo me animo, filmo no filmo, sale pues, filmo. Y filmé por cinco minutos. Gente que transita, noche, calle, banqueta, tienda elegante, mirones, etc. y todo lo que se ve en una esquina concurrida. No están solos, los ven, compran un disco, otros dejan un varo en una franelita que tiene en el piso. Buena onda. Me gustaron las tomas. En eso viene Alba. Beso. Todas las chilenas apenas te presentan y no te saludan de mano, te besan. Son muy besuconas. Incluso las mapuche... Tomamos un taxi y buscamos el domicilio. Está por las orillas de Temuco… (Continuará…).
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LA CERCANÍA DEL MAR
La cercanía del mar
humedece mis recuerdos
que se acalandrian
en la transparencia
del cielo azul,
orita que no hay nubes
sólo azul, mucho azul
un azul sólo salpicado
por una parvada de mariposas
(¿mariposas?, si en el mar
sólo hay rosas, o gaviotas,
pero no mariposas, total),
y el mar toma el azul del cielo
y se me cuaja el azul en mis
ojos de árbol viejo
que parecen uvas
y ya no sé si es mar o cielo
lo que estoy viendo.
Lo que sí sé es que la cercanía del mar
te hace ver más nítida,
como un pescador
con la espalda ajada
que tira su red al infinito
atrapando mariposas
o las cuentas de un rosario
en la cresta de una ola,
o en una sábana de amor,
que para el caso es lo mismo.
No lo sé, te veo más nítida
como si pasaras aleteando claridades
por las agujas del silencio
o clavando un rumor de orquídeas
en el sendero donde los ciegos
derraman sus párpados
como versos, como gotas de agua
como marineros con fiebre
o como copas de vino.
No lo sé, pero, de la
forma que sea
el azul del mar
te acerca
más a
mí.
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humedece mis recuerdos
que se acalandrian
en la transparencia
del cielo azul,
orita que no hay nubes
sólo azul, mucho azul
un azul sólo salpicado
por una parvada de mariposas
(¿mariposas?, si en el mar
sólo hay rosas, o gaviotas,
pero no mariposas, total),
y el mar toma el azul del cielo
y se me cuaja el azul en mis
ojos de árbol viejo
que parecen uvas
y ya no sé si es mar o cielo
lo que estoy viendo.
Lo que sí sé es que la cercanía del mar
te hace ver más nítida,
como un pescador
con la espalda ajada
que tira su red al infinito
atrapando mariposas
o las cuentas de un rosario
en la cresta de una ola,
o en una sábana de amor,
que para el caso es lo mismo.
No lo sé, te veo más nítida
como si pasaras aleteando claridades
por las agujas del silencio
o clavando un rumor de orquídeas
en el sendero donde los ciegos
derraman sus párpados
como versos, como gotas de agua
como marineros con fiebre
o como copas de vino.
No lo sé, pero, de la
forma que sea
el azul del mar
te acerca
más a
mí.
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SE ME SUBIERON LAS HUMAREDAS A LA CHOLLA Y YA ME SIENTO UN "HUMO SAPIENS"
Bueno, estimados cuadernos y cuadernas (nomás paque no se enojen los hablantes políticamente correctos), si de contar se trata pues ai va esto que me movió a la reflexión muy así de rápido, así de repente, pero no por eso muy superficial aunque de superficie se trate, bueno, va pues. En el vasto espacio del universo (ay ojitos pajaritos) hay un titipuchal de humaredas que arronchan la nariz, hacen escurrir los mocos y chillar los ojos como si padeciéramos el envirutado e internacionalmente maléfico hacheunoeneuno, mayormente conocido como el virus porcino de la Influenza Humana, nacido orgullosamente en Mexicalpando de la Tunacas (¡chincuetes!, en algo teníamos que ser los primeros, siempre… los últimos). Entre éstas (las humaredas claro está, no las influenzas) las hay de todas las clases sociales. Desde la prosaica chamusquina de los pastosos terrenos resecos hasta la santísima y nívea humazón que avizora la llegada de un nuevo protector de pederastas, perdón de un nuevo Papa en el Vaticano; manque, para decirlo con derechura, podría asegurar que los dos son humos blancos, namás que la chamusquina lo único que anuncia es la corredera de unos cuantos roedores y algunos mamíferos también llamados marsupiales, o “mejormente” conocidos por los ciudadanos texcocanos y de otras partes de la patria campesina, como tlacuaches. Primo hermano del pontificial humo romano es el que se escapa turiferariamente en las misas dominicales y no dominicales cuando el “santísimo” es extraído del tabernáculo para proveer del cuerpo de Cristo a los infractores de las reglas morales de Carreño y de los 10 Mandamientos, me refiero al oloroso incienso que limpia las inmorales culpas de los pecadores. O sea que hay humeantes atmósferas que hacen el bien sin mirar a quien.
Un humazo que recuerdo con sabrosura es el de la cocina de humo de mi casa materna donde mi mamá echaba tortillas nejas, memelas o tlacoyos en el comal de barro y hacía la comida en un tlecuil, que no es otra cosa que tres o cuatro piedras que soportaban el comal o las ollas y cazuelas. Este humo tenía un aroma de maíz tierno que, ¡aaahh que chingonería!, ver como se inflaban las tortillas como globos de cantolla (así con doble L) ¡y el sabor!, nada que ver con los discos terrosos de las tortillerías urbanas. Bueno ya me fui a remover recuerdos de mi infancia, adolescencia y de mi juventud todana.
Pero también hay otros humos que no son tan de buen talante como los mencionados antes. Primero, los incendios, que de ésos no hablaré mucho y que de ellos se encarguen los bomberos de Temuco situados a 100 metros de donde vivo y que del diario y sin falta, ora sí que religiosamente, y con exactitud, al medio día, o sea a las 12 horas, suenan sus sirenas como si fueran las campanas de mi pueblo. No sé si también tengan el sentido litúrgico de ellas pero de que suenan, suenan puntualmente. Segundo, hay algunas personas, que orita estoy dudando si en realidad lo son, que hacen de los humos su carta de presentación. Hacen uso de ellos en manifestaciones o marchas de protesta. Esos mefíticos fluidos, que usan esos represores perros sarnosos, son llamados gases lacrimógenos. Y en todos los países “civilizados” son utilizados con atingencia. Estos no solamente hacen llorar sino que tienen la encomienda de apendejar a quien lo respira para, enseguida, sorrajarles un macanazo. Estas bombas con esos gases lacrimógenas, mataron a Alexis Benhumea, en Atenco el 4 de mayo de 2006.
Estos perniciosos humos se complementan, entre otros con los jumos de los fumadores, pero de ésos el cáncer (¡uy, que miedo) se las cobrará todito, como lo dicen las cajetillas de cigarros de aquí de Chile que, al ver una por primera vez, me sorprendió tanto que pensaba que era de broma y que la marca era INFARTO, que inocente, en México, a lo más que llega la Secretaría de Salud es obligar a las cigarreras a ponerle en letras muy chiquitas: “Este producto puede ser nocivo para la salud”, leyenda totalmente inocua porque la gente, en primera, ni sabe qué quiere decir nocivo y, además, si es que llegara a saberlo, está la atenuante de “puede”, en fin que me parece bien esa advertencionsaza de los chilenos (ah, caray ¿así se escribirá?).
Todo esto viene a cuento porque acá en Santo Temuco de los Humos Nocturnos una de las primeras cosas que escuché por todos lados fue la queja de la contaminación de miles y miles de chimeneas que se juntan para hacer un tenue banco de niebla que medio airea y medio oxigena las gargantas profundas y el aparato respiratorio de los tehumoquenses que hacen soltar el moquerío como si estuvieran en el pegajoso Distrito Federal donde sí hay humos, pero humos de a de veras, de plomo, polvo y ozono. Ahorita, precisamente estamos en contingencia ambiental. Yo, casi urbanícola de una ciudad con 22 millones de habitantes y 2.5 millones de carros que echan jumo hasta por las orejas, la neta es que no he percibido esa contaminación de la que hablan los humeantes temuqueños. Y es que en verdad estos humos huelen a leña, a pino, a bosque, a montaña, hasta huelen bonito, tienen un aroma como la cocina de humo de mi mamá. Se ve que los temucanos no conocen el DFctuoso, también llamado por algunos Detritus Federal, o sea, México, Distrito Federal, allá de donde soy originario, que si de humos se trata, Temuco no le llega ni a las rodillas.
Ni aguantan nada mis carnales temuquenses, pues de tanto decir que ya se les subieron las humaredas a la cholla, a la tatema, o a la cabeza, ya algunos hasta se sienten “Humo Sapiens”.
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Un humazo que recuerdo con sabrosura es el de la cocina de humo de mi casa materna donde mi mamá echaba tortillas nejas, memelas o tlacoyos en el comal de barro y hacía la comida en un tlecuil, que no es otra cosa que tres o cuatro piedras que soportaban el comal o las ollas y cazuelas. Este humo tenía un aroma de maíz tierno que, ¡aaahh que chingonería!, ver como se inflaban las tortillas como globos de cantolla (así con doble L) ¡y el sabor!, nada que ver con los discos terrosos de las tortillerías urbanas. Bueno ya me fui a remover recuerdos de mi infancia, adolescencia y de mi juventud todana.
Pero también hay otros humos que no son tan de buen talante como los mencionados antes. Primero, los incendios, que de ésos no hablaré mucho y que de ellos se encarguen los bomberos de Temuco situados a 100 metros de donde vivo y que del diario y sin falta, ora sí que religiosamente, y con exactitud, al medio día, o sea a las 12 horas, suenan sus sirenas como si fueran las campanas de mi pueblo. No sé si también tengan el sentido litúrgico de ellas pero de que suenan, suenan puntualmente. Segundo, hay algunas personas, que orita estoy dudando si en realidad lo son, que hacen de los humos su carta de presentación. Hacen uso de ellos en manifestaciones o marchas de protesta. Esos mefíticos fluidos, que usan esos represores perros sarnosos, son llamados gases lacrimógenos. Y en todos los países “civilizados” son utilizados con atingencia. Estos no solamente hacen llorar sino que tienen la encomienda de apendejar a quien lo respira para, enseguida, sorrajarles un macanazo. Estas bombas con esos gases lacrimógenas, mataron a Alexis Benhumea, en Atenco el 4 de mayo de 2006.
Estos perniciosos humos se complementan, entre otros con los jumos de los fumadores, pero de ésos el cáncer (¡uy, que miedo) se las cobrará todito, como lo dicen las cajetillas de cigarros de aquí de Chile que, al ver una por primera vez, me sorprendió tanto que pensaba que era de broma y que la marca era INFARTO, que inocente, en México, a lo más que llega la Secretaría de Salud es obligar a las cigarreras a ponerle en letras muy chiquitas: “Este producto puede ser nocivo para la salud”, leyenda totalmente inocua porque la gente, en primera, ni sabe qué quiere decir nocivo y, además, si es que llegara a saberlo, está la atenuante de “puede”, en fin que me parece bien esa advertencionsaza de los chilenos (ah, caray ¿así se escribirá?).
Todo esto viene a cuento porque acá en Santo Temuco de los Humos Nocturnos una de las primeras cosas que escuché por todos lados fue la queja de la contaminación de miles y miles de chimeneas que se juntan para hacer un tenue banco de niebla que medio airea y medio oxigena las gargantas profundas y el aparato respiratorio de los tehumoquenses que hacen soltar el moquerío como si estuvieran en el pegajoso Distrito Federal donde sí hay humos, pero humos de a de veras, de plomo, polvo y ozono. Ahorita, precisamente estamos en contingencia ambiental. Yo, casi urbanícola de una ciudad con 22 millones de habitantes y 2.5 millones de carros que echan jumo hasta por las orejas, la neta es que no he percibido esa contaminación de la que hablan los humeantes temuqueños. Y es que en verdad estos humos huelen a leña, a pino, a bosque, a montaña, hasta huelen bonito, tienen un aroma como la cocina de humo de mi mamá. Se ve que los temucanos no conocen el DFctuoso, también llamado por algunos Detritus Federal, o sea, México, Distrito Federal, allá de donde soy originario, que si de humos se trata, Temuco no le llega ni a las rodillas.
Ni aguantan nada mis carnales temuquenses, pues de tanto decir que ya se les subieron las humaredas a la cholla, a la tatema, o a la cabeza, ya algunos hasta se sienten “Humo Sapiens”.
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