Lo que palpo en la resonancia
de las cosas invisibles,
no es el viento que baja
de las venas indias de la araucaria,
o el murmullo de los sueños que palpitan
en el corazón de los mapuche,
es la interpretación de un mundo
que descubro apenas
de tanto no verte,
de tanto no oír tu voz
de tanto no abrir la flor de tus pechos
en el relicario de mi pecho
de tanta ausencia de ti
de mi canto anegado de huesos y congojas,
porque casi pierdo el sabor de tu mirada
porque me gana la imagen de indio pobre
mexicano o araucano
que quema su nieve en el cráter
del olvido, o en el nomeolvides del Llaima,
del Lonquimay o el Popocatépetl,
nada importa,
a perpetuidad, sólo el dulce
ir y venir de tus caderas
sobre la desnuda lengua
de mi piel en agonía.
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