La cercanía del mar
humedece mis recuerdos
que se acalandrian
en la transparencia
del cielo azul,
orita que no hay nubes
sólo azul, mucho azul
un azul sólo salpicado
por una parvada de mariposas
(¿mariposas?, si en el mar
sólo hay rosas, o gaviotas,
pero no mariposas, total),
y el mar toma el azul del cielo
y se me cuaja el azul en mis
ojos de árbol viejo
que parecen uvas
y ya no sé si es mar o cielo
lo que estoy viendo.
Lo que sí sé es que la cercanía del mar
te hace ver más nítida,
como un pescador
con la espalda ajada
que tira su red al infinito
atrapando mariposas
o las cuentas de un rosario
en la cresta de una ola,
o en una sábana de amor,
que para el caso es lo mismo.
No lo sé, te veo más nítida
como si pasaras aleteando claridades
por las agujas del silencio
o clavando un rumor de orquídeas
en el sendero donde los ciegos
derraman sus párpados
como versos, como gotas de agua
como marineros con fiebre
o como copas de vino.
No lo sé, pero, de la
forma que sea
el azul del mar
te acerca
más a
mí.
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jueves, 6 de mayo de 2010
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