Pero me desvié un tantito, ya ustedes se dieron cuenta de esa pequeña digresión del tamaño del miriñaque o crinolina de la emperatriz Carlota, me quedé en que estaba sacando mi carnet de identidad en el registro civil de Temuco. Es el turno 10 y son las 12 del día. Una viejita como de 75 años se sienta junto a mí. Transcurren 15 minutos y sólo avanzan dos números en el contador electrónico, pero como escribo no me aflige mucho la espera, aun cuando quedé de ver a Guillermo a la una de la tarde, y como dice los escritores de novelas policíacas, “el reloj avanza inexorablemente”, en eso una ñora nos interpela: “quién llegó primero”, le digo que yo tengo el turno 46, ah, yo atiendo a las personas de la tercera edad (¡madres!, ¡saz!, ¡chale!, ¡no chingue ñora!), estuve a punto de protestar, pero me quedé callado, venga conmigo, me dice, la sigo y empieza el papeleo. Preguntas, tas, tas, /de México?, sí de México vengo, tas, tas, /tiempo viene, tac, tac, hasta septiembre, le cuento, escribe en la computadora, pasan varios tac, tac, más tas tas, veo la hora 12:30, a ver venga pacá, otra vez foto, otra vez, media sonrisa, otra vez guapo, otra vez fichado, ora venga pacá, la sigo, me hace tocar el piano, el rodillo de tinta pasa una y otra vez por todos los dedos de mis manos, tas tas y más tas tas y listo, me da un documento, el cinco de mayo viene por su carné de identidad. ¡Puuuta, avancé, como 30 lugares, vale la pena tener el pelo blanco!, me aguanté la deshonra de aparecer como un venerable anciano pero, mínimo, me ahorré como dos horas de restregar las nalgas en una butaca incómoda, je, las canas tienen sus ventajas, ja, ja.
Hoy tembló exactamente a las 6:03 de la mañana en Concepción, 6.2º escala de Richter, en Temuco sólo 4 y tantos grados. “¿Cómo que no sentiste el temblor?”, me espetó por la mañana Guillermo cuando me habló por teléfono, no no lo sentí, pero si se movieron las camas de un lado a otro, no, la verdad no, le digo, dormí como un bendito huevón, dirían los temuquenses acertadamente. Todo el mundo lo comentaba, pero yo de veras, me cae de madre que no lo sentí.
Anoche fuimos al Premium, un bar de caché, con Carolina, del equipo de Guillermo, tome un pisco, más dulce que un mojito cubano. En ese lugar, cuenta Williamson, se decidía la suerte política de la localidad en el tiempo, no tan lejano, de la Concertación. “No Pisco ya no quiero, porque si no mi ‘diabólica’ se pone muy contenta”, me sirven un vinito, aaah, qué diferencia.
Pero siguiendo con el relato, como salí del Registro Civil una hora o dos horas antes me fui caminando a la UFRO, me esperaba Guillermo, quien me pidió de favor le tomara unas fotos para enviarlas quiensabedónde. Clic, clic, tastastas, clic, clic,clic, tastastas. Listo. Fotos de estudio, je, je, en su oficina/museo/bodega/salón de usos múltiples, etc. Fuimos de boleto a su casa a comer porque ya nos esperaban un grupo de maestros mapuche en el centro de Temuco. Me presenta con ellos, me reciben de buen modo. Sigue la plática/discusión. Dos horas y me voy. Quedé de ir con Alba a una fiestecita mapuche a las seis y media p.m. Tomo un taxi como en si estuviera en Nueva York, así se ve en las películas. Taxi, taxi y el taxi en saliendo uno del hotel inmediatamente se para. Bueno en realidad no fue así, pregunté a un transuente, digo transeúnte, luego a otro y a otro y de pronto ya estoy encaramado en un colectivo No. 25 (también el 24 y el 15 lo lleva a la UFRO, me dice el chofer), y es que tengo que ir al cubículo porque ahí tengo “Trigales” y “Tras las huellas de la Loba”. Cuando estoy a punto de bajar me Alba habla, digo, me habla Alba (es la primera vez que me sale un palindroma, je) para preguntarme si llevo el ordenador (nótese que elegante), sí, lo puedes llevar para ver las películas, porque para eso iba yo a la fiesta, había quedado yo en presentarles mis filmes. Lamenté que me pidiera eso Alba, pero ella no sabía que todo el puto día me la pasé cargando la computadora y ya me cansaba un poquito el hombro, además tenía que pasar todavía por mi cámara. Bueno ni pe...pe. Aproveché para decirle que mejor nos viéramos a las 7 porque ya casi eran las seis y no llegaría a tiempo. Tas tas voy por las películas. Tas tas corriendo paso por mi cámara de video. Tas tas taxi, Puerto Montt y Pratt, ahí me bajo. Ando como ropa interior de meretriz, parriba y pabajo. Llego a la esquina que domina. Cinco minutos espero mientras dos artistas callejeros hacen Chow. Es un saxofonista que toca excelentemente bien “Take Five” de Dave Brubeck. Su compañero con un cd en la mano ofrece al público en general su música grabada. Yo me animo, filmo no filmo, sale pues, filmo. Y filmé por cinco minutos. Gente que transita, noche, calle, banqueta, tienda elegante, mirones, etc. y todo lo que se ve en una esquina concurrida. No están solos, los ven, compran un disco, otros dejan un varo en una franelita que tiene en el piso. Buena onda. Me gustaron las tomas. En eso viene Alba. Beso. Todas las chilenas apenas te presentan y no te saludan de mano, te besan. Son muy besuconas. Incluso las mapuche... Tomamos un taxi y buscamos el domicilio. Está por las orillas de Temuco… (Continuará…).
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jueves, 6 de mayo de 2010
¿CÓMO QUE NO SENTISTE EL TEMBLOR? ((II parte de una crónica inconclusa))
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