Cuando la modestia alcanza alturas insospechadas cualquier alarde de grandeza rueda hasta el légamo de la mediocridad y uno no tiene modo de salir de ella sin antes hacer acto de contrición por las torpezas cometidas propias del mentecato que siente que el mundo no lo merece, como con frecuencia ocurre a muchos obnubilados que nos mareamos en las excelsas alturas de un tabique. Todo esto me salta cuando entrevisto a un amigo, más que amigo, hermano poeta, argentino, terriblemente profundo que construye su poesía a rajatabla con el esmeril de la creación acicalando, afinando, perfeccionando su estilo, y en esto se ha pasado más de 50 años, con el mismo afán de tornero de los grandes escritores, aunque él insista en considerarse de “medio pelo” y su sencillez y su prosa y su verso nos atrape irremisiblemente como la telaraña al insecto, seductora y mágicamente. Se trata de Gregorio Echeverría a quien conocí por azares de la fábula virtual, ¿qué será?, ¿hace seis años?, sí, a fines de 2004. Pero ahora estoy con él para conocerlo personalmente, en su agradable casa, pupa mía durante varios días, compartiendo mate con él mismo mientras tomo su libro que tiene una bella portada y cuyo poderoso título me hace crujir las entrañas, “Miseria blues”. Lo abro y en la solapa se plasma su foto que proyecta la imagen de una persona con un carácter de mármol, aunque en realidad en su trato cotidiano sea el de un pan de dulce. Sigo ojeando y en seguida viene, como un repulgo de la solapa, un retazo de su vida, sus datos biográficos, que nos revelan que “Nació en Rosario, 1935, vive en El Talar (aunque ahora es Ricardo Rojas, del municipio de Tigre), Buenos Aires, donde trabaja como diseñador gráfico. Desarrolló una profusa obra literaria de más de treinta títulos en novela, poesía, cuento y ensayo, y ha sido distinguido en certámenes nacionales e internacionales. En 2006 obtuvo el segundo premio en el Concurso ‘Ciudad de Rosario’ por su libro de relatos Tercera fundación’, publicado ese mismo año por EMR”. Y dándole un sorbo al exquisito mate que él mismo ha preparado, leo en la guarda la dedicatoria con una bella letra, de esas simétricas y elegantes como grabadas con estilete y que ya no se ven escritas tan fácilmente: “Al bravo documentalista y querido amigo Salvador. Gregorio. Ricardo Rojas, 14 de septiembre 2010”. Ai nomás, paque quiero más, tal distinción me ufana y me hace sacar el pecho como guajolote que acaba de pisar a su guajolota. Gracias hermano, le digo y me sonríe sin decir nada. Seis páginas después llega el epígrafe que lo retrata ideológicamente de cuerpo entero: “Solo la ira de los pacíficos/ salvará al mundo/ de la indiferencia de los violentos”, que da pie a más de 60 poemas paridos en largas horas de rumiar reflexiones e hilar por lo más fino. Hermosos por su pulcritud y el manejo del ritmo y del espacio. Este es su segundo libro publicado después de haber ganado, a punta del numen del laburo o de la inspiración de la chamba, más de un centenar de premios en países de habla hispana, sobre todo en la península ibérica, y entonces le pregunto apuntándole como si estuviera colocado en el rebujo de un paredón, con mi camarita de video: ¿Por qué no publicas Gregorio?, y la reposada respuesta de todo un señorón de 75 años: Quizá porque sigo la sentencia del Eclesiastés, “hay un tiempo para todo”, y sigo amasando el asunto, mejorándolo, puliéndolo, y tal vez la soberbia de pensar en echar margaritas al chancho. En nuestros países colonizados la cultura no es un bien social, solamente es respetable y respetada cuando conlleva resultados económicos. Las editoriales no reconocen más objetivos que los de toda empresa capitalista y es muy difícil para un autor desconocido, que no está en el canon y no pertenece a los círculos de oro de la burguesía, producir plata. En un personaje así hay que invertir dinero para promocionarlo, proyectarlo y catapultarlo, pero las editoriales están para ganar plata, por ello desaparecen de los catálogos escritores grandes, nadie los consume porque la estructura mediática no los apuntala. Si no estás en la TV no existes, si no estás en los grandes medios desapareces y te vuelves como su enemigo, como los perros que se les eriza el pelo cuando huelen al caco. Esto me encarajina porque no seré un genio, un gran talento, pero valgo porque soy un artesano de la palabra y respeto mi oficio, lo vengo puliendo desde hace 50 años y eso vale, entonces dices ¡que se vayan a fregar!, te empiezas a comparar con los que están en el candelero como los políticos o personajes de la cultura, a costa del escándalo, a costa de lo que fuere, eso me parece muy chiquito, muy pequeño, y te da frío, te da asco, y bueno, entonces opté por sólo publicar material premiado, porque si estamos en la compulsa, en el tironeo dialéctico con la sociedad, y si te gustan los laureles, procuraremos que nos premien y a través de esos premios obtener la edición del material premiado. Eso hizo que las cosas se demoraran bastante. Mi primer libro fue editado hace cuatro años y el segundo hace tres, pero yo tengo la absoluta tranquilidad de conciencia y el placer profesional de decir ¡anda!, ahí está un principio de respuesta a las viejas cuestiones, porque si el entorno te apalea y te dispara con arco y flecha, con lo que fuere, entonces elige tus mejores armas para salir a la arena y no hacer el papel de tonto. Y Gregorio continúa hablándonos, ahora sigue la crítica literaria, dice que, con excepciones de gente que tiene agudeza crítica, en general ésta no es independiente, es servil a sus patrones y éstos son las grandes cadenas de comunicación. Y Gregorio termina hablando de la personalidad de Gregorio Echeverría porque así se lo pido. Uno sólo conoce –dice el poeta– algunos flancos de sí mismo, como el tema de los tres Juanes de Unamuno, el Juan que eres, el Juan que ve la gente y el Juan que tú mismo crees que eres. Ésta es una de las grandes incógnitas del ser humano, no creo que nadie tenga la respuesta a esa pregunta, se han dado 50 mil intentos de contestación y nadie ha podido acertar. Yo siento ser una partícula insignificante pero importante del universo. Todo el universo está dentro de Gregorio porque Gregorio está disperso hoy de una manera y dentro de muy poco tiempo estará disperso de otra manera en todo el universo. Sin meterme en la cuestión de las creencias, ¿para qué carajo hacemos lo que hacemos si eso se va a terminar en unas semanas, en unos meses? Se va a terminar contigo. ¿Para qué ocurrió, qué sentido tuvo si ni siquiera se pudo convertir en papel impreso? Ahí estamos jodidos. Yo creo fervorosamente en la forma más general que esto es la cuestión de la trascendencia. Por eso sigo trabajando, por eso sigo puliendo mis herramientas sin preocuparme demasiado por el hoy o por el mañana inmediato y creo que de alguna manera otras generaciones van a descubrir algunas vez que hubo un bicharraco que se llamó Gregorio Echeverría y que escribió tales y cuales cosas, ahí estamos frente al fenómeno de la trascendencia, sin darle connotaciones teológicas ni esotéricas ni nada por el estilo, ahí surge el tema entre el individualismo mezquino del yo soy yo mientras respiro, entonces me importa todo dentro de ese entorno de espacio y de tiempo; pero después no seré yo y me friego en todo lo que ocurra, o sea, después de mí el diluvio, más claro imposible, bueno, y aunque no tenga grandes respuestas a esas preguntas que le pican y carcomen desde que uno empezó a caminar, hay como una sensación difusa, pero no confusa, de que eres algo más que esos 113 huesos con unos cuantos kilos de músculos puestos encima. Y Gregorio hace una pausa y me da pábulo para escribir una cavilación que me pica como cuchillito de palo en el cacumen de mi chompeta, es Gregorio Echeverría, el ejemplo vivo de quien da una auténtica patada en el culo a la presunción, a la petulancia y a la vanagloria de los prepotentes que, generalmente, hacen culto a la soberbia y a la estupidez, y yo, orgulloso de contar con el valioso astrolabio de su amistad. Ésta crónica forma parte de la entrevista que le hice para realizarle un documental en un tiempo incierto todavía, como dicen los creyentes “si San Cuilmas Petatero me da licencia”. ¡Salud Gregorio, poeta grande entre los grandes!
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miércoles, 22 de septiembre de 2010
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