Sólo me falta el ropaje de las nubes
y el arrullo de la palabra sabia
para que la tibieza del Mapuzungún
me lleve al canto de los ríos
y a las piedras preciosas
que brotan del barro que pisas,
o a las náyades de agua dulce
que se tiran en la arena
como un reguero
de diamantes
que nacen, cual
rocío de la mañana,
de los verdes versos
del mar azul.
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viernes, 14 de mayo de 2010
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