Te vi como un arco iris tatuado
en la piel de la montaña,
entre la fina lluvia de junio
y un perchero de nubes
del cual colgaba un hacha
un viejo sombrero
y el poncho de un mapuche.
Te vi a las orillas de un lago
donde la luna crece por las noches
como un jinete solitario
que cabalga a las orillas de la nada,
como en un cielo de luciérnagas,
donde la leche nocturna
derrama estrellas y centellas.
Te vi pasar en el desfiladero del silencio
como un coyote que ulula
al filo de una llaimbra
con un canasto de frutas
y un ramo de flores
remando en una barca invisible.
Te vi montada en un corcel
con tus cabellos de lluvia
que mojaban tus hombros de sol
y el arco iris se tatuaba en tu espalda
con aroma de nardos y azucenas,
con sus ojos claros irídeos
de aceite de linaza.
Vi tus ojos que me miraron apenas
y toqué tu rostro de lirios líquidos
que resbalaba entre mis manos
para tomarme una copa de vino contigo
y quitarme esta soledad de bosque talado
que me clava sus espuelas de frío
en las cicatrices de mi costado.
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sábado, 12 de junio de 2010
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