Exhumo del catafalco del olvido
algunos párrafos perdidos
en el eco sordo de un rocío:
una lluvia insomne
en el funeral de un poeta,
un clérigo ahogado
en la pila del agua bendita,
el espejismo de la belleza,
la bondad del carnicero,
Hegel cortándose la oreja en un burdel,
Van Gogh escribiendo la Lógica de un Suicida
o la Dialéctica de un pirata umbrío.
No hay que darle muchas vueltas al asunto,
este epiléptico discurso me asalta
al momento en que la estatua
le escurren de sus ojos,
un par de lunas de oro,
un puñado de lágrimas,
y un haz de espigas luminosas,
que atraviesan como garfios,
el desierto de mis párpados,
o cuando tengo que glosar un verso
bajo el influjo de un enjambre
en un viejo castillo de mar,
arrojando un crucifijo,
desde el campanario
de un santuario.
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sábado, 12 de febrero de 2011
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