¡Corre película! Este domingo, una invitación de Claudio Duana y Heriberto Salas al pueblo de Nexquipáyac (Atenco), cuyo santo, San Cristóbal, enfila el cayado para que transportistas motorizados y no motorizados la libren cotidianamente en su monótono trajinar, me hizo vivir lo mejor del país que nos dscubrió el Indio Fernández en “Flor Silvestre”, del país que Ismael Rodríguez imaginó en “Los Hermanos del Hierro” o del mismísimo país que nos reveló Segei Eisenstein en “Viva México”, para no hablar de más países que las escenas del campo y del folclor mexicano nos traen a colación cuando se reúne un puñado, batallón o tropel de amigos que en lo mejor de sí mismos comparten viandas y raciones como tortillas, carne asada, longaniza, cebollas envueltas en papel aluminio, que según las malas lenguas estaban sabrosísimas, bueno dicen, porque si hay algo que aborrezco en la comida son las cebollas; además de mezcal, tequila, ron y ¡pulque!
Astedes dirán pa que tanto cuento o película patroncitos, pos nomás porque sí, porque en esta reunión de amigos y que digo de amigos, de hermanos, estaba la mexicanidad en toda la extensión de la palabra.
Tratose ni más ni menos de un festejo anunciado hace un tiempo por el presidente del Sindicato Único de Novios, Amantes, Sanchos y Garañones, el “SUN”, o sea Claudio Duana, compositor de canciones mexicanas y campesino hasta las cachas; el pretexto (¡y qué pretexto!) fue el comienzo de la cosecha de cebollas (¡guácala!), coliflores (qué sabrosas, verdá de Dios), y de cilantro que los entendidos le dicen “culantro” pero que en México no le llamamos así por obvias y terríficas razones (imagínense pedir un manojito de culantro a la recaudera, pos no ¿verdá?). Pues resulta que este domingo el llamado fue en “El Arenal”, que dejó de ser arena para convertirse en un vergel y demostrar que en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra no sólo somos buenos pa cultivar rebeldías y consignas y solidaridades sino también para hacer lo que sabemos hacer ya desde endenantes, hacerle el amor a la tierra, cubrirla de afecto, tratarla bien y engendrar con ella los frutos que más apreciamos: los alimentos. Y en efeuto, coliflores, cilantro y cebollas destacan en el aparente infértil suelo atenquense, donde los necios conjuran por medio de Conagua para construir el tan mentado aeropuerto que ha costado tantas tragedias en este histórico territorio.
En fin, que convivimos, concomimos, combebimos y concebimos un mundo donde el campo es el actor, director y el escenario de una película que ya no es frecuente ver pero que podemos volver a filmar y filmar sin dejar de luchar… ¡Corte!
(Seguiremos informando…).
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martes, 5 de abril de 2011
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